30.12.20

[Reto "Como agua para chocolate"] Tortas de Navidad

Hace unas semanas publiqué un tuit en el que decía que ya iba siendo hora de leer  "Como agua para chocolate" por quinta vez y que lo curioso es que no tenía una copia propia. Claro que releyendo el blog me di cuenta que en realidad sería la sexta. Unos días después llegó a mi puerta un regalito que me hizo muy, pero muy feliz, una copia de "Como agua para chocolate", muchas gracias S. Por cierto, sí pondré más seguido mi lista de deseos en internet, porque resultó que A. ya me había comprado otra copia (ahora podrás leerlo y contarme).

Leer "Como agua para chocolate" no solo es leer una novela que me gusta, es leer sobre comida, sobre tradiciones, sobre mujeres, sobre cultura, sobre historia, sobre amor, sobre educación, sobre género, sobre nosotras. Así que sean team Tita o team Gertrudis, el libro tendrá algo más, algo nuevo siempre, con cada lectura. 

Dice NLE que hay demasiados libros que leer en el planeta como para releerlos, y puede ser que tenga razón, pero para mí, como ya dije alguna vez aquí, siempre habrá libros de cabecera. Y, como siempre he intentado hacer mi reto tipo "Julie and Julia", pero con "Como agua para chocolate" esta parece ser la ocasión ideal, pandemia de por medio. Sí, es verdad que Julie comienza a escribir el blog y se pone el reto de las recetas porque estaba en crisis existencial, creo que escribir siempre tiene una parte de catarsis, siempre, pero en este momento, a pesar de, casi todo parece estar en orden por aquí. 

Esta vez no solo pensé en empezar mi reto de recetas, lo empecé. Claro con la receta más sencilla del libro y adaptada a mi realidad, me preocupa un poco cuando llegue el turno de las recetas poco adaptables como las codornices. La primera receta las "tortas de Navidad" ya la habíamos intentando hace unos años con mi madre, pero no me acordaba de ello hasta que las probé, tal vez la memoria de los sabores, cosa que hasta en Ratatouille queda clara, porque existen en nuestra memoria.

Así que me daré todo el largo 2021 para hacer las recetas del libro, tal vez con excepción de los fósforos, lo digo desde ahora. Todas las recetas estarán medio adaptadas, así que no me juzguen, al contrario de Julie, a mi cocina, no a mí, no le va seguir con detalle las recetas o las reglas. Ahora que lo pienso tal vez sea el único espacio en el que no sigo las reglas tal cual y por eso me parece tan desestresante, feliz y liberador cocinar. Y claro por frases como esta el blog es "terapia".

Así que acá la primera receta, las "tortas de Navidad" que desde ahora digo son un sabor diferente, pero me quedaron "rebuenas". El primer paso es picar la cebolla, así nació Tita en la cocina, entre lágrimas que luego formaron costales de sal, así que intenten picar cebolla y no llorar o aprovechar, como dicen por ahí, "la lloradita" picando cebolla.

Y, bueno, este sería el momento del post de fin de año, de año nuevo, pero en vista de... no hay listado de viajes, aunque sí lo hubo y espero escribirlo pronto para no olvidar los detalles de Sao Paulo. "We will travel again".



Tortas de Navidad 

Para tres tortas

3 bolillos o teleras

1/3 de lata de sardinas en tomate (no tiren el "caldito")

1/3 de bolsita de chorizo vegetariano

1/4 de cebolla

Chiles en vinagre


Pican finita la cebolla, lo que las lágrimas les permitan ver para no cortarse y la ponen a freír con poquitito aceite a fuego bajo hasta que quede transparente, huela rico y ya no lloren. Después, agregan el chorizo, el mío era vegetariano, así que no tarda nada en quedar listo, pero si el suyo es normal que se haga bien. Una vez listo, agregan las sardinas, yo las puse completas y las deshice en el sartén agregando unas 4 cucharadas de su líquido. Remuevan hasta que quede todo bien juntito. Mientras tanto los bolillos ya deben estar listos para rellenar. La receta dice que dejen descansar el guiso antes de rellenar, pero yo tenía hambre y solo las dejé esperando unos minutos. Después de armar sus tortas las meten a calentar unos minutos y al salir le añaden los chilitos al gusto -no abandonen a las zanahorias, que sienten feo-. 

Y, así en unos 15 minutos tienen las Tortas de Navidad listas. El resto de las recetas tardará bastante más en hacerse, pero por intentar no paramos.

Que el 2021 venga con cosas bonitas individuales y colectivas, que nos dé responsabilidad colectiva y esperanza por una vida mejor para todas las personas. Ah, y sobre todo, que venga con muchos sabores y todos los viajes pendientes.

27.6.20

[Viajes] Los recuerdos, las saudades, el futuro

Escribir nunca es fácil, para mí es sentirme "bien", sentirme de algún modo con esa sensación de tener algo que decir, algo que siento que debo poner en palabras. Tal vez sea este sábado que empecé con libros y con Vetusta, con recuerdos, con más de 100 días en casa, de una vida diferente, en la que tengo esas terribles saudades madrileñas, pero que hoy son saudades por todos esos lugares maravillosos del mundo. Cada uno con sus cosas perfectas y con sus difíciles o tristes, pero cada uno con cosas diferentes, impresionantes, nuevas o con recuerdos.

Tengo días pensando si los recuerdos por plasmar son Londres y Oporto o Marruecos o simplemente las calles de Madrid. Lo más faćil es empezar por el final, por São Paulo o por los recuerdos de lo que no pasará pronto, Oaxaca. Pareciera que agosto y Oaxaca están destinados a no ser.

Estoy oyendo a Vetusta: "ya es hora de replegar las alas rumbo a casa" y pensaba en ello cuando le decía a Adela que me recordaba cuando acá escribí esa serie de despedida madrileña hace ya "todos esos años", pero al final Madrid nunca te deja por completo.

Los viajes, cada uno, nunca se van, nunca se olvidan los paisajes, los olores, los sonidos, aunque a veces nos los recordemos. 

Dice Kapuscinski en "Los viajes con Herodoto":

 “…el viaje no empieza cuando nos ponemos en ruta ni acaba cuando alcanzamos el destino. En realidad empieza mucho antes y prácticamente no se acaba nunca porque la cinta de la memoria no deja de girar en nuestro interior por más tiempo que lleve nuestro cuerpo sin moverse de sitio. A fin de cuentas, lo que podríamos llamar «contagio de viaje» existe, y es, en el fondo, una enfermedad incurable.”

Así que consideraré que sigo viajando, que seguimos conociendo a través de los recuerdos, de las cosas que se aprenden buscando la dirección de aquel café o el nombre de la música que escuchaba en la orilla del Duero, del recorrido de museo que me dieron en portugués solo a mí, porque no había nadie más en ese día y a esa hora, en la fila de dos horas para probar "las mejores gyozas de Tokio" o los viajes en 2011 en los que sin la libretita de indicaciones no hubiéramos llegado a ningún lado porque vivíamos sin smartphone, a aquellos meseros de un bar de Córdoba que me buscaron la dirección del hostal y casi nos llevaron a la puerta, la noche en el aeropuerto de Roma con mucho frío y un esguince, la tormenta de nieve en una carretera parisina y caer al dar el primer paso en Marruecos, ese rincón de mar en Lisboa y la Torre de Belém, mi querida torre, estar frente a la Moneda y caminar lentamente encontrando a Allende en las calles, el mercado en Oaxaca, sus pueblos y "la plaza más viva de este país", siempre con sus globos y los buñuelos que entran por las ventanas, los viñedos infinitos de la Rioja y los rezos de noche en Marruecos, la historia del mundo en Berlín, la tristeza infinita en Hiroshima y la grullas de esperanza, las noches frías y la migraña por altura en Bogotá, el aeropuerto sauna de Panamá, la neblina de Xalapa y la lluvia de Cuetzalan, las hojas de otoño en las calles de Madrid, las noches de mercado de Navidad en Estrasburgo, Abbey Road acercándose a la Tardis en Londres, las papas fritas con mayonesa de Bruselas, los canales de Ámsterdam y los trenes de La Haya, las esculturas en Copenague, las cenas de Navidad en Florencia, los bares de Sao Paulo y la Real Biblioteca de Río, los miles de pasos la primera vez en Nueva York y los lugares reconocidos a la vuelta, el agua helada en los pies de ese paso por Salem, los recuerdos de esas semanas en Boston, las idas y venidas al sur con papadzules incluidos, Valparaíso con sus grafitis y su luna llena, Washington y Sevilla con sus guías de turistas y Granada con la nieve en las montañas, el mar en Edimburgo, las sopas de Glasglow y la Catedral que guarda siglos y siglos en sus paredes, Los Ángeles y el curry verde, San Francisco y sus contrastes, la exposición en su museo que engañaba la vista, los encuentros con el pasado en Izarra, Ensenada y sus sonidos de olas contra las piedras, San Diego la perfección que puede ser un error y el beisbol cerca del mar, Dublín y "la chica del tren" en un bar de hostal, Puebla con su biblioteca, Monterrey con la distopia en un museo, Querétaro y el amor a distancia, Atenas y los filósofos que susurran en el Partenón, Lima y el puente de Chabuca, el castillo de Trujillo escondido entre las nubes, la pirámide del adivino, Van Gogh por los museos, las surrealistas en el Reina Sofía, Busapest y el violín junto al Danubio, Toronto y volver de noche sola, segura, Malinalco y los viajes del pasado y la gente que llega para quedarse, San Cristóbal siempre desde antes de llegar y Palenque con sus pirámides aún bajo la tierra, el calor insoportable del aeropuerto de Miami, la noche helada en el río de Providence, la pizza en Chicago, el cliché hecho amor, Los Cabos y el amor en la orilla del mar, Villahermosa y su pejelagarto doble, Michoacán, el coche prestado, el coche descompuesto, el aventón de un pueblo a otro, Milán y los martinis, Boloña un paso sorprendente, San Sebastián siempre, siempre por volver, Aveiro con las dunas y sus casas de colores, Braga y los mil escalones, Santander y Fuente Dé, Valencia los roadtrips y la ciudad de las artes, Nikko el lugar en donde el viento aún se escucha en los árboles, el viento de Totoro, el viento que dice que todo estará bien, que solo son cambios, que vendrán más recuerdos, que viviremos nuevos cada día, que seguiré viviendo los que aún no suceden mientras los imagino, mientras los espero.